Son, casi, una idea gemela. Sin embargo, si bien el helado llega desde tiempos remotos –chinos, árabes, romanos y turcos lo conocían–, el cónico recipiente hecho en material comestible sólo tomó la forma con la que hoy se lo conoce hace justo 100 años, el 23 de julio de 1904.
La palabra cucurucho, según la Real Academia Española, deriva de cucuruccio, un vocablo italiano dialectal. Menos claro está a quién adjudicarle su invención, asunto que ha levantado una modesta polémica.
Si bien hay un antecedente presentado en Nueva York en 1896 –y patentado en 1903– por un inmigrante italiano llamado Italo Marchiony, el pote en cuestión se asemeja más a una pequeña taza sin asa que a un cono.
Fue en la Feria Mundial de Saint Louis, en el verano boreal de 1904, donde el cucurucho finalmente se materializó y, como muchas creaciones, la necesidad estaba en la esencia de su génesis.
La feria, también llamada Exposición Comercial de Louisiana, fue uno de los grandes encuentros que por esos primeros años del siglo XX celebraron la llegada de una nueva era donde la idea de progreso parecía imponerse. Durante siete meses, 18 millones de visitantes pudieron asistir a innovaciones tecnológicas como el flamante avión, la radio, el conmutador telefónico y el cine mudo. Y, por supuesto, también pudieron consumir toneladas de alimentos, entre ellos los despachados por 50 puestos de helados aproximadamente distribuidos en las 500 hectáreas que ocupaba el predio.
Aquella tarde calurosa
Uno de esos puestos –se dice que el regenteado por un tal Charles Mences– estaba justo al lado del de un inmigrante sirio, Ernest Hamwi, que vendía zalabia, un tipo de waffle circular originario de Medio Oriente. Una versión indica que aquella tarde calurosa de julio, ante la copiosa demanda, el heladero se quedó sin recipientes para colocar el helado.
La solución llegó cuando su vecino le pasó cucuruchos formados con zalabia, en los que introdujo las bochas de helado. El invento gustó tanto que todos los heladeros de la feria comenzaron a dejar de lado los recipientes de papel, metal o vidrio que usaban y adoptaron el flamante cono. Fue un éxito que no paraba de multiplicarse, hasta tal punto que lo bautizaron la cornucopia de la feria.
Las discusiones sobre la paternidad de la creación todavía existen; hay libros escritos sobre el tema que abogan tanto por la teoría de Hamwi (que, de hecho, terminó por fundar una de las primeras fábricas de conos para helado) como por otras: una idea del mismo heladero, de un amigo del sirio o de una ocasional compradora que con aquel waffle confeccionó la casi mágica forma.
Como sea, de lo que no hay duda es de que en esa ocasión se inició la popularidad de uno de los elementos cotidianos usados en la alimentación actual, el hoy centenario cucurucho.